Por un instante las ganas de volar se me impregnaron en la piel.
Me puse las zapatillas y subí a la terraza.
Por un instante pensé en detenerme pero seguí.
Calculé la cantidad de edificios para no chocarme.
Todo se veía tan azul, tan libre que mis ganas se convirtieron en necesidad.
Estaba muy contenta de mi nueva necesidad que reí fuerte y por un instante me pareció ver a mis ancianos vecinos asomarse.
Nada de eso me importaba, me trepé a la pared (en las terrazas las paredes terminan antes de tocar el cielo) y por un instante perdí el equilibrio pero lo volví a encontrar.
Alegremente decidí cumplir el deseo y necesidad de mi piel y me eché a volar.
La boca de mi estómago vibraba, casi me dolía pero yo sonreía.
Era tan libre, tan yo, sin prejuicios a mi alrededor.
Pero por un instante sonó el teléfono y con mi risa galopante abrí los ojos.
viernes, 5 de febrero de 2010
jueves, 4 de febrero de 2010
Dulce verano
En el patio sentada sobre el cemento viejo, siento en el aire espeso ese verano cauteloso que se asoma con expectativas de calor y humedad.
Me levanto, voy a la cocina, prendo la tele, abro la heladera y mi aburrimiento se hunde en las horas ancladas en el reloj rojo de la pared.
Duermo y sueño espacios inconexos, seres que no entiendo porqué aparecen y me sobresalto con la lluvia pegando en el techo de chapa.
Busco en mi velador un consuelo, una respuesta y lo enciendo para asegurarme que todo está en su lugar: el ropero, las paredes, las puertas, la cama, el escritorio, el ventilador. Nunca me falla esa observación y puedo dormir tranquila otra vez.
Despierto sin entender bien dónde estoy, qué fecha es y si es de noche o de día, aunque todo mi instinto me arrastra al baño.
Siento que es tarde y que el calor es más pesado que el de ayer, el café con leche lo confirma sorbo tras sorbo.
Pero mi aliento destapa esa mágica y feliz espera, no me resigno y espero porque se que falta menos para que llegue el invierno…
Me levanto, voy a la cocina, prendo la tele, abro la heladera y mi aburrimiento se hunde en las horas ancladas en el reloj rojo de la pared.
Duermo y sueño espacios inconexos, seres que no entiendo porqué aparecen y me sobresalto con la lluvia pegando en el techo de chapa.
Busco en mi velador un consuelo, una respuesta y lo enciendo para asegurarme que todo está en su lugar: el ropero, las paredes, las puertas, la cama, el escritorio, el ventilador. Nunca me falla esa observación y puedo dormir tranquila otra vez.
Despierto sin entender bien dónde estoy, qué fecha es y si es de noche o de día, aunque todo mi instinto me arrastra al baño.
Siento que es tarde y que el calor es más pesado que el de ayer, el café con leche lo confirma sorbo tras sorbo.
Pero mi aliento destapa esa mágica y feliz espera, no me resigno y espero porque se que falta menos para que llegue el invierno…
Histeria
Que permanente es la atracción en los dos, que sutil y fugaz.
Esta histeria consensuada con el único motivo de mantener una atracción fenomenal y carente de tiempos.
Qué básicos.
Esos besos ficticios, esas risas colmadas de tiempo en espera, esas palabras tan intencionales, esas miradas tan chocadas.
Mi histeria, tu histeria, acá todo se iguala.
Me buscás, me encotrás, me escondo, te busco ¿te quedás?
Me animo a decir que no existen códigos, nada que limite esta ficción en la cual somos protagonistas, ficción al cabo porque tenemos roles de actores pero humanizados. Esos roles ya conocidos entre dos amigos, entre dos vecinos, entre dos seres que se gritan sin mover un pelo.
Y si llegara al limite este juego ¿quién se animará a ser la primer mano?
Que básicos… esta histeria consensuada.
Esta histeria consensuada con el único motivo de mantener una atracción fenomenal y carente de tiempos.
Qué básicos.
Esos besos ficticios, esas risas colmadas de tiempo en espera, esas palabras tan intencionales, esas miradas tan chocadas.
Mi histeria, tu histeria, acá todo se iguala.
Me buscás, me encotrás, me escondo, te busco ¿te quedás?
Me animo a decir que no existen códigos, nada que limite esta ficción en la cual somos protagonistas, ficción al cabo porque tenemos roles de actores pero humanizados. Esos roles ya conocidos entre dos amigos, entre dos vecinos, entre dos seres que se gritan sin mover un pelo.
Y si llegara al limite este juego ¿quién se animará a ser la primer mano?
Que básicos… esta histeria consensuada.
martes, 2 de febrero de 2010
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