sábado, 18 de junio de 2011

Tal vez nunca me case

Era de noche, mi casa se trasformaba en fiesta y los invitados era gente bastante conocida. También estaba él y me quería mucho.
Yo hacia un autoretrato, me dibujaba durmiendo, la cama era de hierro y las paredes de lluvia. “¡claro que sos vos! Estás igualita... los rulos!”. No se me veía la cara.
Empezaba a caminar por unos escalones arbolados, entraba a un taller antiguo. El taller daba a un patio y tenía muchas herramientas, una mesa grande, mugre de trabajo y un viejito con delantal, pero a mi me atendía una empleada joven. Buscaba dos anillos para casarme. Quería que sean originales y diferentes uno de otro. Esos tenían piedras muy lindas y eran enormes.
Me iba del taller sin comprar nada.


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